Francisca Vergara es antropóloga y se graduó del Magíster en Ciencias Sociales de la Universidad de Los Lagos. Se especializa en temas sobre desastres socio naturales en territorios del sur de Chile.
Entusiasmada y contenta se encuentra la egresada y graduada del magíster en Ciencias Sociales de la Universidad de Los Lagos, Francisca Vergara, quien tendrá la oportunidad de profundizar en experiencias y conocimientos el tema que más la ha apasionado en torno a los desastres socio naturales, los volcanes y, sobre todo, las formas de vida que tienen las familias que viven en territorios rurales en el sur de Chile.
La Magíster ULagos se adjudicó una beca para estudiar el próximo año un doctorado en el Humanitarian and Conflict Response Institute (Instituto de Humanitarismo y Respuesta ante Crisis) de la Universidad de Manchester (Reino Unido). “El doctorado se define como un espacio que indaga “cuestiones humanitarias, de salud mundial, paz y conflicto, y respuesta a desastres”. Entonces tendré la oportunidad de vincular mis estudios de la convivencia sociedad-volcanes con estas otras aristas más relacionadas con el estudio de las crisis y emergencias. Mi área de estudio abarcará la zona aledaña al volcán Lonquimay, y estoy considerando contrastar con un caso de estudio en otro lugar volcánico de Europa, donde realizaré un trabajo etnográfico profundo que nos permita a mí y a mis tutores comprender los imaginarios sociales del riesgo volcánico que existen allí, y anticiparnos a reflexionar sobre escenarios tanto de crisis como de cotidianidad en estos ambientes”, explica.
Francisca Vergara actualmente forma parte del Grupo de Especialistas en Volcanología de la Sociedad Geológica de Chile (SGCh). “Como antropóloga (titulada en la Universidad de Concepción en 2016), busca relevar la necesidad de comprender la realidad social de los territorios expuestos a amenazas naturales a partir de la propia mirada de quienes habitan allí. Esta manera de entender el riesgo se denomina enfoque etnográfico, lo que representa una puerta de entrada a las percepciones del riesgo y la vulnerabilidad, los sentidos locales, las identidades territoriales y las condiciones de existencia materiales e inmateriales como fuentes para el diseño de medidas sostenibles de comunicación y reducción del riesgo de desastres, elaboradas con sentido y pertinencia para las comunidades”.
De esta manera, podrá profundizar y desarrollar el área de estudio que inició a partir de su tesis de magister en la Universidad de Los Lagos, apoyada por el investigador que fue su tutor el Dr. Andrés Marín, donde busca profundizar sus estudios socioculturales sobre el riesgo volcánico en la ruralidad.
Francisca Vergara, Magíster ULagos cursará un doctorado en Reino Unido el próximo año.
ESTUDIOS
Su tesis de magister estuvo enfocada en territorios rurales aledaños a dos importantes sistemas volcánicos del sur de Chile: el grupo volcánico Carrán-Los Venados (CLV) y el complejo volcánico Puyehue-Cordón Caulle (PCC). Estos se localizan entre las regiones de Los Ríos y Los Lagos.
“Trabajé en esta zona junto al Dr. Andrés Marín, quien fue mi tutor, en el marco del proyecto FONDECYT (N° 11171068) que él lideraba. Este proyecto de investigación fue el que me introdujo en el estudio de los desastres, el cual buscaba explorar lo que sucede precisamente después de un evento extremo, una crisis o una catástrofe. En particular, me interesó indagar por qué las comunidades usualmente regresan y reocupan los territorios volcánicos afectados, un escenario que es frecuente en nuestro país. Mi objetivo de investigación consistió en caracterizar las percepciones del riesgo volcánico de comunidades que habitan junto al Puyehue- Cordón Caulle y Carrán-Los Venados, y determinar principios clave para integrarlos a una reducción del riesgo de desastres a escala local. Mi metodología incluyó trabajo de campo etnográfico, entrevistas en profundidad y revisión documental.”, explica Francisca.
De acuerdo a lo que señala, su trabajo en estas áreas abarcó específicamente localidades cordilleranas de la comuna de Lago Ranco (Pocura, Pichico y Los Venados), y de la comuna de Puyehue (sectores El Caulle, Anticura y Pajaritos). Según indica- ambos sistemas volcánicos ocupan los primeros lugares del Ranking de Riesgo Específico de Volcanes Activos del SERNAGEOMIN publicado en 2020. Este instrumento incluye un listado con los 14 volcanes de mayor peligro del país (de un total de 90 volcanes activos).
¿De qué manera las comunidades pueden trabajar desde ahora para evitar riesgos?
En ambos casos conocí y entrevisté a familias dedicadas a la pequeña ganadería, agricultura familiar y turismo rural, y personas que trabajan como guardaparques y empresarios de turismo de intereses especiales enfocado principalmente en el ascenso a los cráteres del Cordón Caulle y los demás volcanes. Mi investigación me permitió evidenciar que las comunidades rurales que desarrollan modos de vida junto a volcanes dependen en múltiples sentidos de los beneficios que estos ambientes les proveen, lo que influye en que construyan percepciones del riesgo alineadas a imaginar un futuro en el mismo lugar, incluso después de sobrevivir a una o varias erupciones. Cuando en la ruralidad se habla de volcanes, los habitantes suelen activar sus memorias sobre erupciones pasadas y mencionar que “son inevitables”, “impredecibles”, que pueden ser al mismo tiempo “catastróficas” y “majestuosas”. Si bien pueden sentirse vulnerables ante el volcán, ambivalencias como estas les llevan a “aceptar” el riesgo de enfrentar una futura erupción ante la cual esperan estar mejor preparados que sus antepasados. Entonces, lejos de abandonar sus tierras volcánicas en las que tienen sus economías locales y un tejido social valioso para ellas, lo que las comunidades rurales buscan es poder habitar de una manera más segura, así como se busca crear, por ejemplo, ciudades seguras y resilientes ante terremotos y otros fenómenos extremos.
Podría decir que en los territorios que conocí, en Lago Ranco y Puyehue, hay un nicho fértil para trabajar con las comunidades a través de políticas públicas que incentiven medidas preventivas ante erupciones volcánicas, debido a que allí ya está presente el anhelo de proteger la vida, el hogar y los recursos de los que dependen. Esta actitud es la base para sostener cualquier estrategia de RRD al interior de una comunidad. Por lo tanto, se trata de familias y personas dispuestas a trabajar de manera conjunta con los servicios y las instituciones encargadas de la gestión del riesgo. Y de todas las edades, por cierto: adultos mayores que poseen un conocimiento local valioso, jóvenes que poseen mayores habilidades con la tecnología, y personas que en general suelen conocer muy bien sus territorios, pudiendo incluso proveer de conocimiento local a las instituciones para un trabajo minucioso y más efectivo, facilitando una mejor vinculación al interior de la comunidad.
¿Hemos aprendido algo con los desastres socio-naturales ocurridos en Chile?
En mi opinión creo que sí. Sobre los aprendizajes que nos dejan los desastres, uno de los resultados relevantes de mi tesis fue poder constatar que existen condiciones de vulnerabilidad territorial preexistentes a una erupción, muy asociadas a la precariedad que caracteriza a ciertos territorios rurales, las cuales al no ser atendidas ni transformadas por políticas públicas (y la sociedad en general) pueden mantenerse incluso después, hasta que nuevamente una siguiente erupción vuelve a hacerlas evidentes. Estas vulnerabilidades, construidas progresivamente, son las que influyen tanto en el tipo de impactos que afectan a las comunidades, como en el nivel de recuperación que logran alcanzar tras superar la crisis volcánica. Se expresan, por ejemplo, en los niveles de pobreza variados entre sectores; baja calidad de infraestructuras como caminos, viviendas, servicios de salud rural; aislamiento geográfico; hasta escasa o nula información técnica entre la población, incluyendo falta de señalética de evacuación, entre otras.
Al analizar las percepciones del riesgo de quienes conviven con volcanes, pude inferir que los habitantes son conscientes de que estas condiciones que los hacen vulnerables se sitúan lejos de la naturaleza volcánica, y mucho más cerca del tipo de desarrollo territorial y la estructura de oportunidades presente en los sectores de montaña. Las comunidades que viven día a día presenciando estas condiciones pueden naturalizarlas, pero al mismo tiempo cuestionarlas, como sucedió en las entrevistas que realicé para mi tesis. Creo que hacer investigación en riesgo volcánico debe tener implícita la búsqueda de concientización no sólo sobre los peligros, sino también, sobre estos otros aspectos que son propiamente socioculturales. Cuando las personas que viven en riesgo junto a un volcán se dan cuenta de que pueden estar mejor preparadas ante escenarios impredecibles, es posible motivar un trabajo colectivo que las incluya como agentes de cambio con una mayor capacidad de vigilancia sobre las capacidades y obstáculos que poseen para lidiar con la incertidumbre ante amenazas naturales extremas, en una tierra sobre la cual tienen un profundo arraigo.
¿Por qué decidiste estudiar en la ULagos?
Nací en la comuna de Laja (región del Biobío), aunque desde mi niñez hasta ahora he pasado parte de mi vida allí y otra parte en Malalcahuello, lo que sin dudas ha influido en mi interés por analizar el riesgo volcánico en territorios rurales. Estudié en la Universidad de Concepción y luego migré hacia Osorno para realizar mi magíster en la ULagos. Elegí esta casa de estudios porque me interesaba continuar formándome como investigadora en una universidad regional que estuviera más cerca de las realidades sociales de territorios como los del sur de Chile – rurales, volcánicos y aislados. La ULagos y en particular el CEDER cuenta con un gran background en diversos ambientes (costeros, valles, montaña, insulares, etc.), lo que se ve reflejado en los numerosos proyectos de investigación que las y los docentes tienen en curso. Tuve la fortuna de participar en uno de esos proyectos, donde pude compartir dos años junto a docentes que me transmitieron conocimientos valiosos y experiencias que sin duda marcaron mi formación.
Hoy decido migrar nuevamente, esta vez al extranjero, con la intención de aprender de profesores que tienen una amplia trayectoria en estos temas en otros contextos del mundo, y luego regresar a Chile para aportar al diseño de formas novedosas de comunicación y gobernanza del riesgo volcánico en nuestra cordillera de Los Andes. Por cierto, que agradezco la oportunidad que tanto la Universidad de Los Lagos y la Universidad de Manchester me han brindado para continuar mi formación profesional como antropóloga en el campo de estudio del riesgo volcánico.